¡Hola, una vez más!
Se acabó el verano. Por fin empieza a nublarse el
cielo y los niños vuelven al cole, los adultos a nuestros trabajos y el
trasiego a todas las casas. Los vendedores de gas, electricidad y enciclopedias
vuelven a aporrear nuestros timbres, como una foto detenida que retorna a lo
cinético. El tiempo del calor y las alergias pasó. No vale la pena preguntarse
si el verano fue malo, bueno o regular. Como dijo el sabio, el pasado solo trae
nostalgias, y el futuro no se sabe. Actuar en primera persona nos es dado solo en
el presente, dentro del gran teatro de la vida.
Y así están escritas las dos
primeras historias de género juvenil de las que os hablaré hoy —en primera
persona—, dejando para el final un plato fuerte de esos clásicos, sí, de esos
que a nosotros tanto nos motivan como lectores compulsivos que somos, pues conservamos
un pedigrí innegable.
Empezaré con El espíritu del último verano (2011), de Susana Vallejo. Se trata
de una historia para todos los públicos, donde por momentos rememoramos ese
espíritu aventurero ingenuo de películas como Los Goonies o libros como los de la serie de “Los Cinco”, de Enid
Blyton. Fran asume la voz protagonista en su regreso a la Casa del Árbol, una casa
de campo donde cada año veraneaba junto a su familia. Ya desde una distancia de
adulto, rememora aquel último verano donde, durante una de las sesiones de
espiritismo familiares, un espíritu arroja una amenaza incierta sobre su
familia: alguien morirá. A partir de entonces, Susana nos conduce con certera
pluma en una búsqueda para encontrar el mayor de los tesoros: la juventud
perdida.
Más allá del regreso a días
idílicos, que erigen a la Casa del Árbol y sus alrededores rurales como un locus amoenus o lugar paradisíaco, destaco
el estilo magistral con que Susana plasma la historia, y que probablemente le
valió a su autora el XIX Premio Edebé. El
espíritu del último verano es una obra que nos dejará un sabor cálido y
llenará de magia nuestras horas de lectura.
Sigo con otra novela de Edebé, esta publicada en el 2010: Taibhse (Aparición), de Carolina Lozano. La obra nos traslada a Edimburgo, al colegio mayor Royal Dunedin, donde entramos de la mano de Liadan, una joven estudiante mitad barcelonesa, mitad escocesa. Allí descubrirá las leyendas de los fantasmas que forman parte del folclore de Edimburgo, entre ellas las de Caitlin y Álastair. Con el último vivirá una historia muy personal de amor más allá de la muerte, hablándonos en primera persona con la voz de Álastair y la propia Liadan. Se trata de una novela que se lee con pasmosa facilidad, lo cual es un acierto por parte de la autora que nos atrapa con una narración muy ágil.
Aunque argumentalmente se le
podría achacar algún desajuste a la novela y al principio no me enganchó, a mí
me compensó enormemente al poco de avanzar en su lectura, porque después sí que
me atrapó y me la terminé en unos pocos compases. Es una novela juvenil de
misterio con tintes de romántica, por lo que a pesar de una tétrica portada que
podría sugerir una obra de terror, debemos tener en cuenta esto antes de
embarcarnos en su lectura. Hallaremos tensión en sus páginas, pero no pánico.
Finalmente me sumerjo en la
reedición de un clásico: La Fuga de Logan
(ed. Hidra, 2012). Para los que no conozcáis este culmen de la ciencia ficción
distópica, todo arranca en un mundo donde el ser humano tiene una fecha de
caducidad temprana: a los 21 años todo ciudadano debe ir voluntariamente a
sumergirse en el Sueño, del que ya nadie regresa. ¿Entonces por qué todos van
como corderitos al matadero?, nos podríamos plantear e incluso dudar de tal
guión, como sardónicos incurables que somos. Pues porque si uno no va, unos
cuantos vienen a buscarlo: los Vigilantes, con pistolas de una munición variopinta
que incluye desde paralizadores hasta explosivos, son los encargados de llevar
a dormir a los niños malos. Logan es uno de ellos, un implacable brazo de la
ley, pero cuando su papel de Vigilante pasa a ser el de inminente “soñador”, no
será tan obediente…
George Clayton
Jonhson y William F. Nolan escribieron esta odisea de ciencia ficción que,
siendo producto de los dorados años 60 donde la superpoblación de la Tierra y
la creación de los primeros superordenadores sacudieron la conciencia colectiva
de la sociedad, ha trascendido sin embargo aquella época y sigue resultando una
obra estremecedora. Respecto a esta edición, he echado en falta una mayor
corrección ortográfica que en cualquier caso no llega a apagar la poderosa luz
de La Fuga de Logan.
Y hasta aquí
puedo leer.
Volveré en próximas entregas con más comentarios sobre las novelas
que voy degustando. También con algunas novedades sobre Butterfly u otras de mi obras. Posiblemente, os traeré cualquier sorpresa de colores bajo el brazo.
Hasta
entonces, que las buenas letras y la fortuna sean con vosotros.
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