22 may 2010

Sin comas y a lo loco

No guardo ninguna duda de que es éste un cuento diferente a lo que yo suelo escribir, y desde luego muy distinto de cuantos acostumbro a leer. Así las cosas, solo puedo recomendar que si lo lees seas abierto de miras. Que si decides continuar sea por puro afán de poesía y de pasar el rato, que las comas no sean indispensables en tu vivencia por este mundo y que no te detengas. Por ningún motivo. Deslízate con pies ligeros y mente despierta, pon todo en su sitio como hace el tiempo.   
 
Relato de cómo un joven de unos 30 años se levantó al despunte de la madrugada para ir a hacer alguna obligación y yendo ya en el metro apoyado en la puerta porque no quedaba un solo asiento libre pero andaba demasiado dormido aún y cansado del día anterior como para ir de pie sin apoyarse en lugar alguno de pronto en un túnel negrísimo de esos que el metro frecuenta se abrió la puerta y el joven de unos 30 años cayó. El gusano mecánico y bramador se escabulló en el túnel negrísimo con algunos gritos huidizos resonando ecos de los pasajeros que habían visto boquiabiertos como el agujero negro se tragaba al joven de unos 30 años que por su parte no estaba menos asombrado pero sí más contusionado y quedó sin remedio ni aliento por el batacazo sumido en la negrura más absoluta. Y empezando a no disgregar la delgada línea entre el sueño y la vigilia pensó que sin duda soñaba. Y allí permaneció horas y horas soñando que soñaba o esperando que otro tren subterráneo viniese para despertarlo de puro atropello aunque como el tren no llegase por alguna razón que el joven de unos 30 años desconocía se echó a caminar hacia la dirección en que le pareció se había encaminado el metro que le echó de su vientre como la madre que lo parió. Anduvo. Anduvo. Anduvo. Empezaba a tener hambre de tanto como andaba y entonces creyó escuchar a lo lejos un rugir y un temblor de suelo casi imperceptible bajo sus pies mojados por la fina charca que se adivinaba eterna y sin atender a lógica alguna decidió ahora que esto no podía ser un sueño porque el tren venía y lo iba a despedazar si le embestía con su cabeza de acero y que si era un sueño pues mejor despertar más suave. He aquí que palpaba el joven de unos 30 años la pared del túnel negrísimo que estaba pegajosa y húmeda mas no hallaba resguardo túnel o siquiera un agujero donde esconder la cabeza como una avestruz ante el depredador que estrecha el cerco obsesivo. Porque era por su cabeza y era su cabeza lo que más temía recibir el impacto quizás por un miedo ancestral y genético o porque no quería ver al monstruo cara a cara presintiendo ya la inevitable tragedia y palpaba y palpaba corriendo por el túnel en dirección opuesta al temblor que crecía y crecía. La iluminación se fue haciendo paulatinamente y el temblor crecía y crecía. Ahora el joven de unos 30 años podía ver el túnel girando nervioso la cabeza la curva a sus espaldas por donde aparecería en unas décimas de segundo el tren que seria su vergugo involuntario y al frente el resto del túnel de sombras por donde se perdería tras haberlo segado como la hoz al junco y a buen seguro sin siquiera apercibirse seguiría su trayecto. Como buen tren subterráneo en un túnel negrísimo.
 
[Publicado originalmente en La Bahía de los Cocos "Revista literaria y creativa"].         

8 may 2010

Revelación

El faro se alegró, la luz se hizo bandera.
Galeones
fantasmas
surgieron de la niebla:
el capitán Karamazov, Nemo, Eneas...
llevaban faroles zozobrantes,
venían ebrios de quimeras, de embelecos y esperpentos,
colgaban átomos del Monte de las Ánimas por sus sobrios bigotes.

Preguntaron por epopeyas, por tierras vírgenes
y olores desconocidos, por el cofre que enterraron
y vete tú y descubre quién
borró la X del mapa, o cuántos folios se quemaron
con el alma de Rimbaud.

Levaron anclas y echaron a volar ...
Tú sueñas y oteas
y saludas ya como ellos.
No conoces tampoco tu destino último.

Preguntas a menudo por aves del paraíso,
por laberintos sorteables, sin “prohibido el paso”
o “aquí estuvo Pepito” escrito en la pared.
Y qué vas a decir tú de tantas cosas...
si no sabemos ya de qué hablar.
Haré el equipaje.
Si vuelven, nos vamos con ellos.

[Publicado por primera vez en la revista Náyade de la Universitat de València]